Caña de azúcar
Diego Rivera
1931
Fresco
145.1 x 239.1 cm
Philadelphia Museum of Art
Caña de azúcar se basa, a grandes rasgos, en un tablero de la serie de murales de Rivera en el Palacio de Cortés en Cuernavaca, México (imagen inferior). La diferencia más notoria con respecto al primer mural es el grupo familiar que se añade en el primer plano del mural portátil. Este detalle contrasta con la escena cruel que se desenvuelve en el plano medio y en el fondo de la obra. No obstante, los comentaristas en la prensa estadounidense de inmediato reconocieron el mensaje político en la pintura y subrayaron el "trabajo incesante" captado en la obra.
Considerados aisladamente del resto del tablero, la mujer y los niños en Caña de azúcar parecieran invocar una visión pintoresca de la vida rural. Recuerdan otras obras donde Rivera promovió una imagen benigna y folclórica de México. En Caña de azúcar, la familia indígena, aunada al retrato crudo de las prácticas laborales injustas, revela que el sistema agrario mexicano no sólo explotaba a los hombres indígenas sino también a las mujeres y niños.
En Caña de azúcar, Rivera enmarca su composición como si estuviera vista a través del visor de una cámara. Por ejemplo, los cuerpos de las trabajadoras en el extremo inferior de la obra están cortados justo debajo de la cintura, dando así la impresión de que el tablero presenta sólo un fragmento de una composición de mayores dimensiones. El recurso de "recortar" las figuras tal vez se derivara del contacto de Rivera con fotógrafos y cineastas. Sostuvo una larga amistad con Tina Modotti y trabajó con el cineasta soviético Sergei Eisenstein en su obra maestra inconclusa ¡Que viva México!